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Apuntes sobre la investigación del Centro Impastato sobre “Mujer y mafia”

Anna Puglisi – Umberto Santino

Apuntes sobre la investigación del Centro Impastato sobre “Mujer y mafia”

En el ámbito del Proyecto de investigación “Mafia y sociedad” del Centro Impastato (han sido realizadas las investigaciones sobre el homicidio a Palermo, publicada en el volumen: G. Chinnici – U. Santino, La violenza programmata (La violencia programada); sobre los procesos por homicidio, se ha publicado el volumen: AA.VV Gabbie vuote (Gavias vacías); sobre las empresas mafiosas, el volumen: U. Santino – G. La Fiura, L’impresa mafiosa; está en curso una investigación sobre “Mujeres y mafia”, de la cual se ha publicado el dossier de reseñas Con e contro (Con y contra) y los volúmenes: F. Bartolotta Impastato, La mafia a casa mia (La mafia en mi casa) y A. Puglisi, Sole contro la mafia (Solas contra la mafia) y Historias de mujeres con historias de vida).
La investigación sobre “Mujer y mafia” prevé analizar el rol de las mujeres en la organización, en las actividades mafiosas, y en la lucha contra la mafia, antes pero, dentro de la sociedad siciliana y meridional, y prevé el examen de la literatura, la recogida de documentación (a través las actas judiciales y las reseñas periodísticas) y las historias de vida. El cuadro general en el cual se introduce, es producto del examen crítico de la literatura y de las ideas comunes sobre la mafia y la formulación de aquello que hemos definido “paradigma de la complejidad” (véase: Santino, 1995a).


La mujer en la sociedad siciliana y meridional

Antes de una investigación sobre el papel de la mujer en la mafia y contra la mafia, es fundamental una reconstrucción, aunque sintética y sistemática, del rol de la mujer en la sociedad siciliana y meridional. Limitándonos a una breve mención, la literatura existente, de aquella folklórica a la más reciente, en gran medida concuerda al definir el rol de la mujer en la sociedad meridional como subalterno y pasivo, reducido al espacio doméstico e interpretado preferiblemente, aunque casi exclusivamente, a través del esquema antropológico del código de honor. La realidad es más compleja, basta con pensar en el papel de las mujeres en las luchas sociales en Sicilia, empezando por los Fasci sicilianos. Para economizar la investigación, se hará un cuadro de la literatura existente y de las condiciones de las mujeres.


La mafia como fenómeno complejo

En la tentativa de ir más allá de los estereotipos (la mafia como una emergencia, anti-estado etc.) que son decisivamente desencaminados y de los paradigmas más afirmados (la mafia como una asociación típica de delincuencia y como una empresa) que según nuestra opinión dan una visión parcial, hemos considerado la mafia como un fenómeno complejo y polimórfico, adaptando la siguiente hipótesis definitoria:

La Mafia es un conjunto de organizaciones criminales, entre las cuales la más importante, pero no la única, es Cosa nostra, que operan al interior de un vasto y ramificado contexto relacional, configurando un sistema de delincuencia e ilegalidad con el fin de acumular capital y adquirir y gestionar posiciones de poder, que se avala de un código cultural y goza de un cierto consenso social.

Nos encontramos delante un fenómeno que no puede ser analizado a partir de la categoría criminal de la desviación, adecuado para la criminalidad común, pero en el que, el uso de la violencia privada es funcional para las dinámicas de formación del dominio de clase: al interior de un sistema social interclasista la función dominante es ejercida por clases ilegales-legales que hemos definido “burguesía mafiosa”: una clave interpretativa que actualiza la “turbulenta clase media” de quien hablaba Franchetti.
Como es noto, el dilema de considerar mafia como una organización o modelo de comportamiento transcurre toda la literatura antropológica y sociológica des de los últimos treinta anos del s. XIX hasta ahora. Hasta hace pocos años la idea dominante era aquella de considerar la mafia como una subcultura, un comportamiento, una mentalidad difusa, y se negaba la existencia de una estructura organizativa, desterrada entre las “ideas equivocadas”, a partir de los años 80, después de la adquisición de ésta en los tribunales y de las revelaciones de los “arrepentidos”, ha habido un cambio de la tesis organizativa, hoy se habla de Cosa nostra, de su estructura unitaria, jerárquica, piramidal, como único objeto de estudio. De esta manera la actividad judicial y los “arrepentidos”, se han convertido en una fuente privilegiada de conocimiento del fenómeno mafioso.
Pero una cosa es usar las fuentes judiciales y otra depender totalmente, o casi, de ellas. El trabajo del científico social es distinto del de el magistrado y del de el investigador. Esto que tendría que darse por supuesto, parece que no lo es, con lo cual decimos: el magistrado “tiene que buscar pruebas para poder individuar e impresionar los responsables de los comportamientos delictivos por ley, mientras que el estudioso tiene un trabajo distinto, que se puede resumir en la búsqueda de la especificidad de un fenómeno y de sus relaciones con el contexto, con lo cual hechos irrelevantes penalmente, asumen una importancia que no pueden tener en el contexto de una investigación judicial. Son distintos los fines, los instrumentos, los métodos. Es otro lenguaje, es otro saber” (Santino, 1995ª, pp. 76 s).


Continuidad e innovación

Para el estudio de la evolución histórica del fenómeno mafioso, nos parece incorrecta la representación que se refiere a una genérica “mafia vieja” sustituida de otra genérica “mafia nueva”, repropuesta en la distinción entre “mafia tradicional” y “mafia emprendedora”. En realidad la evolución del fenómeno mafioso es un entramado de continuidad e innovación y su persistencia se explica con la elasticidad y capacidad de adaptarse a distintos contextos espaciales-temporales. Aspectos arcaicos, como la “señoría territorial”, vienen adaptados a oportunidades y recursos de la sociedad contemporánea, como los tráficos internacionales de drogas, de armas y de sistemas de reciclaje.
El entramado de continuidad e innovación no quita la posibilidad de distinguir distintas fases en el desarrollo de la mafia, a partir de la individuación de un aspecto destacado respeto a otros y refiriéndose a los cambios del cuadro social y al adecuarse a éste, de parte de los grupos mafiosos. Hemos individuado cuatro fases: 1) una larga fase de incubación, del s. XVI a los primeros decenios del s. XIX, dónde más que de mafia verdadera y propia se puede hablar de “fenómenos premafiosos” (actividad delictiva regularmente ejercida por grupos armados al servicio de barones; con la finalidad de acumular formas de delincuencia, como los secuestros de personas, las extorsiones); 2) una fase agraria, de la formación del Estado unitario a los años 50 del s. XX, con subfases en su interior; 3) una fase urbano-emprendedora, en los años 60; 4) una fase financiaría, de los años 70 a la actualidad.
No podemos entretenernos en ilustrar tal hipótesis de periodización. Nos limitamos a decir que, hasta el momento, es la que responde de manera más adecuada al análisis que hemos realizado en estos años, con la tentativa de establecer la interacción entre los aspectos permanentes e innovativos, que ha consentido a un fenómeno surgido en un horizonte local bastante limitado -las cuatro provincias de la Sicilia oriental-, extenderse territorialmente y asumir la relevancia actual.


Monosexualidad formal y bisexualidad de hecho

En el perfil de género, el fenómeno mafioso lejos de coincidir con la representación basada en el encierre y la rigidez, demuestra una gran capacidad de adaptación. La mafia formalmente es una organización masculina, pero el machismo mafioso no es otro que el reflejo del machismo de la sociedad y, como la mafia no tiene ideología y su praxis está caracterizada por un gran oportunismo, no debemos sorprendernos si ésta se adapta a un contexto en el cual el rol de las mujeres ha aumentado, prescindiendo de valoraciones de carácter ético sobre contenidos y modalidades de ejercer el rol.
Aunque los mafiosos colaboradores de justicia continúan a sostener que la organización mafiosa es monosexual, que sólo los hombres son admitidos en los ritos de afiliación, las noticias sobre tareas de comando asumidas por mujeres de grupos mafiosos, son siempre más numerosas después del arresto de los capos; esto puede ser cierto, si consideramos la naturaleza elástica de la mafia. Mientras la Iglesia católica tendría problemas en asumir el sacerdocio femenino, como las instituciones públicas los han tenido y continúan teniendo en aplicar la paridad de oportunidades, la mafia no atiende a reglas rígidas, porque aunque existen, o se dice que existen, son bien lejos de ser respetadas y porque su historia es un continuo de mimesis y adaptación.
Para dar una ida del rol de las mujeres en el mundo mafiosos exponemos aquí algunos ejemplos que nos parecen particularmente reveladores.
Encontramos mujeres acusadas de actividad mafiosa en el proceso mafioso de Madonie de 1927-1928. Entre los 153 imputados (mafiosos y sus adeptos) había 7 mujeres, con distintas imputaciones, asistencia a los fugitivos, recaudamiento del pizzo (impuesto mafioso) y la custodia de dinero; mientras que en el maxiproceso de Palermo del 1986, entre los 460 imputados, las mujeres eran sólo 4: dos incriminadas por tráfico de estupefacientes, una por encubrimiento y la otra por falso testimonio. Entre las imputadas del proceso de Madonie había cuatro que pertenecían a la familia mafiosa de los Andaloro y Giuseppa Salvo, definida por los periódicos como “la reina del Gangi” por su relevante rol, en el proceso mantiene una perfecta omertà (ley del silencio) (Siragusa-Seminara, 1996, p. 110).
En el mismo momento inicia su carrera Maria Grazia Genova, conocida como “Maragè”, una mujer de Delia, en la provincia de Caltanisseta, nacida en el 1909 y muerta en el hospital, en miseria, el 15 de diciembre de 1990, después de haber coleccionado una cincuentena de denuncias y veintidós arrestos. Hermana de Diego, “hombre de respeto” del pueblo, fue arrestada el 1927 por robo. En el 1949 consiguió evadir la cárcel, dónde tenía que cumplir su pena después de las investigaciones sobre la guerra entre familias mafiosas en la cual estaba involucrada su familia y que terminó cuando no quedó nadie más a quien matar (Cascio-Puglisi (dir.), 1986, p.16). Se sospecha que, cuando alguien de su familia tenía problemas con la justicia y era necesario pagarle un abogado, ella se presentaba delante de los trabajadores y comerciantes de Delia y les pedía una “contribución”(“L’Ora”, 17 diciembre 1990).
Desterrada a los inicios de los sesenta, en el 1979, casi octogenaria, es constreñida a la residencia obligatoria.
Más reciente es la actividad de Angela Russo arrestada, junto a 27 personas entre ellos los hijos y las nueras, el 13 de febrero de 1982, a la edad de 74 años, sospechosa de ser transportadora de droga entre Palermo, la Puglia y el Norte de Italia. Enseguida se descubrió que la Russo, llamada “abuela heroína”, era algo más que una simple transportadora: ella había sido la organizadora del tráfico de droga realizado por su familia y en el momento del arresto y en el proceso, delante del hijo arrepentido, se comportó como una perfecta mafiosa (Cascio-Puglisi (dir.), 1986, pp. 83 s., 86 s., 96 s.). Llamó al hijo “villano e infame” y en una entrevista dijo: “A Salvatore yo le he perdonado, pero no se si Dios podrá perdonarlo nunca. … Dicen que dentro de un año sale. Él lo sabe que está condenado, sabe que si sale lo matarán. Aquellos no perdonan. … Él espera tener el tiempo para vengar a su hermano, asesinado por culpa suya. Pero que piensa poder hacer? Tenía que pensar en Mario antes. Ahora no le darán el tiempo suficiente. Ahora, Salvino, cuando sale muere” (Pino, 1988, p.89).
No se reconoció en el rol subalterno que le atribuían: “Entonces según ustedes yo iba arriba y abajo por Italia a llevar paquetes por encargo de los otros. … Yo que he mandado siempre los otros, haría este servicio de transporte por encargo de otros? Cosas que sólo estos jueces que no entienden nada de leyes ni de vida pueden decir”.
Y expone su precisa idea sobre la mafia, hecha de “hombres verdaderos”, como su padre, de leyes severas que se ejercían a quien se “equivocaba” y ahorraban los “hijos a las madres”, mientras que ahora…: “Y dicen mafioso a éste, mafioso a aquel. Bromean? Hemos llegado tal punto que uno que roba, enseguida es un mafioso. Yo en aquel proceso no he visto mafiosos. Bromean? Ésta es manera de hablar de cosas serias? Pero donde está esta mafia, los que hablan de mafia, que saben ellos? Cierto señora, yo se hablarle porque existía antiguamente a Palermo y había ley. Y esta ley no hacía matar a hijos de madres inocentes. La mafia no mataba a nadie si antes no estaba bien segura del hecho, segurísima que se tenía que hacer así, segurísima de la ley. Cierto, quien pecaba avia a chianciri, quien se equivoca la paga, pero antes había la ley del advertimiento … Entonces a Palermo había esta ley y esta mafia. Había hombres verdaderos. Mi padre, don Peppino, era un verdadero hombre y delante de él temblaba de respeto toda Torrelunga y Brancaccio hasta Bagheria… (Pino, 1988, pp.79s.).
Un ejemplo de los últimos años es el de Maria Filippa Messina, la joven mujer de Nino Cinturino, boss de Calatabiano, pueblo de la provincia de Catania, en prisión des del 1992. El suyo es un ejemplo de mujer “suplente”, en ausencia del marido capomafia, pero una suplente que demuestra poder asumir el rol del capomafia.
Fue arrestada el 4 de febrero de 1995 en su habitación de Calatabiano, sospechosa de estar al frente de la familia de su pueblo después del arresto de su marido y fue acusada de haber pagado a un killer para vengar el homicidio de una mafioso de la cosca, asesinado junto a la madre. En alguna conversación, interceptada de la policía, la Messina decía que había llegado el momento “de limpiar el pueblo”, para obtener el control del pueblo dominado de la cosca rival de los “Ludani”.
Con ella fueron arrestados siete mafiosos más, entre ellos autores de algún delito dirigido por la muejer (“Giornale di Sicilia” (a partir de este momento “GdS”), 5,6 y 7 de febrero de 1995).
En la cárcel le fue notificado otro orden de custodia cautelar, junto al marido y a otros presuntos mafiosos, por los delitos acontecidos durante la guerra de mafia entre la cosca catanese de Turi Cappello y su aliado Nino Cinturino y aquella di Laudani que sucedió entre el 1990 y 1995. Entre los detenidos había, otras dos mujeres, Vincenza Barbagallo y Domenica Blancato, y entre las personas a quienes se aplicaron las mesuras disciplinarias, ha sido notificada la entrada en la cárcel otra mujer, Sebastiana Trovato.
Con una carta al periódico “La Sicilia”, publicada el 19 de diciembre de 1996, la Messina lamenta cumplir la pena en una prisión dura, es decir a la incomunicación según el articulo 41 bis. Es la primera mujer que se somete a este trato (“GdS”, 11 de enero y 19 de diciembre de 1996).


Tipología de la mujer de mafia: compañas fieles, madres, suplentes…

En el examen de la documentación recogida, para trazar una tipología de “mujer mafiosa” hemos tenido presentes distintos factores: la procedencia familiar, los comportamientos cuotidianos, los delitos comprobados y perseguidos, las particiones económicas, las reacciones delante de los arrestos o delante de la noticia de la colaboración con la justicia de los familiares.
Entre las mujeres de familias mafiosas, hemos encontrado una variedad de comportamientos derivado de la personalidad de las mujeres, que no defiere mucho de la tipología encontrada en otras familias, aunque la especificidad de la procedencia mafiosa no puede no ejercitar un fuerte condicionamiento, pero no hasta el punto de traducirse en un estándar uniforme.
Tenemos mujeres nacidas en familias mafiosas y casadas con mafiosos que obedecen al estereotipo de “compañeras fieles”, discretas y atentas, como Rosaria Castellana, mujer de Michele Greco conocido como “el padre”. Cuando el marido, fugitivo, es acusado de la matanza de Chinnici, declara que todo es una “absurda maquinación”: “El padre? He leído este sobrenombre en los periódicos… Él es un hombre tranquilo, supieras! Me adora a mi y a su hijo. El tiempo se lo pasaba en el campo a cuidar sus cítricos. Y es tan religioso” (Madeo, 1992, p.76).
La familia Castellana era una familia de grandes propietarios de tierra de la zona de Ciaulli. La educación de la señora Rosaria había sido aquella que se daba a las muchachas destinadas ha hacer un “buen matrimonio”. Ha estudiado música y lenguas extranjeras. Escribe poesía. Se interesa por el arte, “Mi vida transcurre entre la casa y la iglesia”, dice. Una mujer religiosa, como el marido.
Religiosas declaran ser numerosas mujeres de familia mafiosa que conviven con el cristianismo y el asesinato. Para hacer algún ejemplo reciente, recordemos Antonieta Brusca, que después de la detención de los hijos declara de haberlos educado en el respeto a Dios y que su vida es toda casa e iglesia (“La Repubblica, 24 de mayo de 1996). Cosa que no le impide ser titular de las cuentas bancarias donde sus hijos, educados cristianamente, depositaban el dinero adquirido con el tráfico de droga y otros tráficos ilícitos.
Religiosísima es Filippa Inzerillo autora de un llamamiento a las mujeres de la mafia publicado por el “Giornale di Sicilia” el 2 de noviembre de 1996.
La Inzerillo es la viuda de Salvatore, el capo de una de las más importantes familias mafiosas asesinado en mayo de 1981, dos semanas después del homicidio de Stefano Bontate, al inicio de la guerra de mafia que causó centenares de muertos y llevó al dominio de los “corleonesi”. De la familia Inzerillo fueron asesinados también dos hermanos de Savatore, dos tíos, un primo y el hijo de 16 años, Giuseppe, que había declarado querer vengar la muerte de los familiares. La señora Inzerillo, que ahora hace parte de un grupo de carismáticos escribe: “Mujeres de mafia, revelaros. Romped las cadenas, volved a la vida. La sangre llama sangre, la venganza llama venganza. Basta con esta espiral sin fin. Dejad que Palermo reflorezca debajo de una nueva luz, en el signo del amor de Dios. Dejad que vuestros hijos crezcan según los principios sanos, capaces de exaltar lo bonito que hay en el mundo”.
La villa donde vive la Inzerillo, en el pueblecito Passo di Rigano, se ha convertido en lugar de rezo. Todo y su religiosidad, que no tenemos ninguna razón para pensar que no sea cierta, la mentalidad mafiosa se entrevé en la respuesta a la pregunta de si ha perdonado también a Totò Riina: “Es sólo un hijo (De Dios) que se ha equivocado. Tiene el espíritu enfermo y debería arrepentirse, no digo delante los magistrados (la cursiva es nuestra), pero delante del Señor, antes que sea demasiado tarde”. Es como decir: la única justicia es la divina, la humana no sirve para nada. Uno de los principios fundamentales del código mafioso.
Otras mujeres tienen un rol activo, evidente con las presas de posesión, en aquello que podemos llamar las “relaciones públicas” de la mafia: mujeres que realizan trabajos criminales en primera persona (por ejemplo el tráfico y la venta de drogas) y que se pueden llamar “padrinas” a título completo, también ante la presencia de hombres, o “suplentes” después del arresto o la clandestinidad de los hombres. De ellas hemos ya dado algún ejemplo, pero la lista es amplia. Numerosas son las mujeres que se limitan a favorecer las actividades delictivas de sus familiares, prestan sus nombres, son propietarias de cuotas o titulares de sociedades y empresas usadas para el reciclaje de dinero negro, propietarias de inmuebles adquiridos con dinero ilícito, propietarias de la gestión comercial en lugar de los mafiosos que no pueden salir a la luz (Santino-La Fiura, 1990). Nos encontramos delante de situaciones notablemente diversas. Hay mujeres que pertenecen a familias históricas de la mafia, nacidas y circunscritas en un ambiente determinado y, como los matrimonios de las chicas de la aristocracia y de la alta burguesía se hacían y continúan haciendo en su circulo, casadas con mafiosos de rango, para las cuales, es razonable pensar que son concientemente partícipes de las actividades de sus familiares; las mujeres de los pequeños mafiosos, provinentes de ambientes no mafiosos se encuentran ejerciendo como propietarias probablemente sin ser plenamente concientes del origen del dinero usado.
Un ejemplo interesante es el de Francesca Citarda, no tanto por el caso en sí mismo, sino por la actitud del colegio que tenía que juzgarla, fruto de una mentalidad retrógrada – esta sí, rígidamente machista – y de los juicios estereotipados sobre las mujeres meridionales aún no desaparecidos en los ambientes judiciales.
Francesca Citarda, mujer de Giovanni Bontate e hija de Matteo Citarda, los dos pertenecientes a familias históricas mafiosas, es constreñida a la residencia obligatoria en marzo de 1983, debido a la disposición de la Ley La Torre que extiende a los familiares y a los testaferro de las familias mafiosas las investigaciones patrimoniales, con la finalidad de confiscar los bienes de los cuales no es probada su legitima procedencia. Con la misma razón se pide la residencia obligatoria a otras mujeres de familias mafiosas: Rosa Bontate, hermana de Giovanni y Stefano y mujer de Giacomo Vitale, implicado en el falso secuestro de Sindona; Epifania Leticia Lo Presti y Francesca Battaglia madre y hermana respectivamente de Franceso Lo Presti, mafioso de Bagheria; Anna Maria Di Bartolo, mujer del mafioso Domenico Federico; Anna Vitale, cuñada de Gerlando Alberti, propietaria de una villa en Trabi transformada en un centro de refinación de heroína y fugitiva desde el descubrimiento del laboratorio. Estas mujeres serían, según los investigadores, “orgánicamente ligadas a la mafia e inseridas en la densa red de relaciones con el tejido social y con el aparato público” revelado gracias a las investigaciones patrimoniales (Cascio- Puglisi (dir.), 1986, pp. 32 s.).
El matrimonio entre Francesca Citarda y Giovanni Bontate fue reincorporado en el estudio de la dirección de la policía como un pacto evidente entre familias mafiosas. No hay ninguna duda que muchos matrimonios entre personas pertenecientes a familias mafiosas son hechos para consolidar el poder, esto tampoco es específico de la mafia: la historia está llena de matrimonios de conveniencia hechos por razones de poder o para acumular riqueza, pocas veces con consenso, muchas veces contra la voluntad de las mujeres. Para el Ministerio Público que hace la petición de domicilio obligatorio para Giovanni Bontate y para su mujer, su patrimonio sería en buena parte de origen ilícito, amasado con el dinero del tráfico de droga y su sucesivo reciclaje (ibidem, p.35).
El Tribunal de Palermo, presidido por el juez Michele Mezzatesta, acoge sólo la petición para Giovanni Botate y rechaza la de domicilio obligatorio y la confiscación de bienes de Francesca Citarda, con una sentencia que provoca la protesta de parte de las asociaciones femeninas, como la Asociación de mujeres contra la mafia y el UDI. Se lee en la sentencia ( destacamos la comparación con las terroristas, mujeres del Norte y en consecuencia “emancipadas” a diferencia de las mujeres meridionales).

“… todo y la mutación de las costumbres sociales, el Colegio no cree poder afirmar con toda tranquilidad que la mujer que pertenece a una familia mafiosa, tenga en nuestros días tal emancipación y autoridad como para desvincularse del rol subalterno y pasivo que en el pasado había siempre tenido en referencia al propio ‘hombre’, sí de participar a la par o con propia determinación y decisión a las cosas que implican al ‘clan’ familiar masculino.
Demasiado lejos en la ideología, mentalidad y costumbre son las ‘mujeres de mafia’ de las ‘terroristas’ que por desgracia han tenido un rol de activa participación a las bandas armadas que aún hoy atentan contra la seguridad del Estado y contra el orden democrático” (Tribunal de Palermo, 1983).

Con análogas motivaciones las otras imputadas han sido absueltas. De esta manera las mujeres de familia mafiosa, según estos magistrados, no son sujetos del derecho penal, son sólo eternas menores que consumen su existencia a la sombra de los hombres, únicos sujetos capaces de autodeterminación en el clan familiar y en consecuencia únicos responsables de sus acciones.
Des de nuestro punto de vista la única manera de dejar atrás los estereotipos es analizar, sin preconceptos, la realidad y tomar acto de sus múltiples formas, mientras normalmente sucede lo contrario: si se parte de ideas desencaminadas e inadecuadas y se busca su confirmación en los hechos, llamando a la “novedad” y a la “rotura” alguna vez el estereotipo resultará desmentido por la realidad. Un ejemplo reciente: la carta de Ninetta Bagarella, publicada en la “Reppublica” el 23 de junio de 1996, que ha parecido a más de uno la rotura del tabú del silencio y, base de la identificación entre mafia y el código de la , entendida como silencio impenetrable, se ha saludado la toma de posesión de la Bagarella como una infracción a la omertà y de por sí un acto fuera del código de comportamiento mafioso. Sin tener en cuenta que la Bagarella hace más de 20 años dejaba entrever, hacía declaraciones y escribía memoriales, obviamente negándolo todo, para empezar, la inexistencia de la mafia: “la mafia es un fenómeno creado por la prensa para vender más periódicos”, declaraba así, su inocencia y la de sus familiares, como continua haciendo en la reciente carta, que no es un distanciamiento sino una verdadera apología de la mafia, de ella, del marido, de aquello a lo que llama las “verdaderas instituciones”, que inequívocamente son aquellas mafiosas (véase: Puglisi, 1996).


Las mujeres y el arrepentimiento

El comportamiento de las mujeres respeto los arrepentidos ha dado lugar a lecturas del rol femenino que en buena parte recalcan el imaginario común. Muchas han aceptado de con dividir la vida blindada de sus esposos colaboradores de justicia, pero otras han tomado distancia, haciéndolo público en los media. Delante de tal comportamiento muchos han hablado del miedo de venganzas pero sobretodo de mujeres-víctimas, incapaces de revelarse a un destino ya determinado.
Hemos reconstruido distintos casos y hemos hipotizado un compleja clave de lectura: hay miedo pero también hay, o puede haber, un voluntad de persistir en su rol, del cual conocen oportunidades y ventajas, delante de un mundo que parece derrumbarse, llevándose consigo oportunidades y ventajas. Es interesante resaltar como de muchas expresiones prevalece la familia mafiosa ante la natural, aunque se ha escrito sobre los comportamientos familiares meridionales y mediterráneos, cuando la colaboración con la justicia rompe o pone en crisis aquella condición. (véase: Puglisi-Santino, 1995). En esta apología de la mafia-familia nos encontramos con viejas mujeres de mafia, como la llamada “nonna eroina”, de la cual ya hemos hablado, y jóvenes como las familiares de Emanuele y Pasquale Di Filippo, los arrepentidos que han permitido el arresto de Leoluca Bagarella.


Mujeres que colaboran con la justicia

Otro fenómeno muy interesante de analizar es el de las mujeres que colaboran con la justicia.
Sólo algunas de ellas las podemos llamar “arrepentidas”, según la impropia excepción dada a los mafiosos machos, en el sentido que su colaboración remite también a sus actividades ilícitas. La mayor parte de mujeres que colaboran con la justicia son viudas, madres a las cuales han asesinado los hijos, que sólo después de algún acontecimiento traumático como la muerte violenta de un familiar, pasan del luto privado al testimonio público. Pero hay otras que han encontrado el coraje de romper con la familia mafiosa no necesariamente como consecuencia de un luto o de una mesura judicial.
Las mujeres colaboran por motivos distintos (como veremos, también para vengarse) que no siempre se deben al oportunismo. Las colaboraciones, cualquiera que sea el motivo, son el indicador de una crisis del universo mafioso pero también en este punto debemos ser cautos: pueden ser una manera para obtener la impunidad y un entretenimiento para retomar la actividad. Otra demostración de oportunismo mafioso, en homenaje al viejo “calati juncu…”.


Mujeres en contra

En nuestra investigación un espacio importante lo tiene el rol de las mujeres en el movimiento antimafia.
También aquí debemos tener presentes los estereotipos. Según el imaginario colectivo, primero todos los sicilianos, o casi todos, eran cómplices o súbditos de la mafia, en la mayor parte de los casos indiferentes, pasivos y resignados; parece pero que después del delito de Dalla Chiesa (1982) o de las matanzas del ’92 y del ’93, todos los sicilianos, o casi todos, están contra la mafia etc. etc. La realidad es muy diversa (véase: Santino, 1995b). El grande movimiento antimafia lo llevamos a las espaldas y ha tenido en el movimiento agrario su principal protagonista, de los Fasci sicilianos (1892-94) a la lucha de los años ’40 y ’50. En este movimiento el rol de las mujeres ha sido de primer plano. En distintos pueblos sicilianos dentro de los Fasci había una importante presencia femenina (en el Fascio de Piana dei Greci, entre una población de 9.000 habitantes, había 2.500 hombres y cerca de 1.000 mujeres; en el Fascio de Campofiorito había 214 mujeres, 80 en el de San Giuseppe Jato (Ganci, 1977, pp. 362s.)) lo cual suscitó la sorpresa de los cronistas y analistas contemporáneos, también en las sucesivas ondas de lucha las mujeres hicieron su parte: una presencia significativa aunque ignorada, con la excepción de algún caso, como el de la madre de Salvatore Carnevale, delatora de los asesinos del hijo, es el nudo narrativo de un libro de Carlo Levi (Levi, 1955). En aquella fase la lucha contra la mafia era específica de la lucha de clases y se ligaba a un proyecto complejo de reforma social y de conquista de poder, a partir de las administraciones locales.
El actual movimiento antimafia, verdadero movimiento de masas en algunas ocasiones pero que se apoya en la continua actividad de un centenar de militantes que trabajan en el asociacionismo y voluntariado, nace sobretodo de la reacción suscitada de algunos delitos y, todo y alguna tentativa, no consigue crear un proyecto, reflejando la crisis de las grandes “narraciones” del fin de milenio.
El componente femenino es presente en este movimiento des de los años ’80, con el nacimiento de la Asociación de mujeres sicilianas por la lucha contra la mafia, promovida por mujeres que han querido continuar de manera distinta una militancia iniciada en partidos y movimientos políticos y de viudas de jueces y de funcionarios del Estado asesinados por la mafia: fruto de una toma de conciencia y de una reelaboración pública del luto (véase: Sieberte, 1994, 1995) que tiene como causa desencadenadora la escalada de violencia mafiosa que, al interior de una carrera hegemónica suscitada del incremento de la acumulación ilegal, ataca exponentes de las instituciones que se oponen a la expansión del poder y a los intereses mafiosos.
Hemos empezado una investigación que parte de la antimafia para llegar al femenino, recogiendo alguna historia de vida, la madre de Peppino, publicada en el volumen La mafia in casa mia. Las otras historias de vida recogidas son las de Pitra Lo Verso y Michela Buscemi, mujeres de la sociedad palermitana que se han constituido parte civil en procesos de mafia, publicadas en el volumen Sole contro la mafia; de Giovanna Terranova, viuda del juez y presidenta de la Asociación de las mujeres contra la mafia; de Maria Benigno, una mujer, también de clase popular, que ha tenido el coraje de acusar los killer de la familia Marchese, entre ellos Leoluca Bagarella, del asesinado del hermano y del marido.
Hemos reflexionado sobre el rol de las historias de vida en nuestra investigación (véase la Introducción a Sole contro la mafia) e intentado reconstruir no solamente un pedazo (el trauma del asesinato de un primo y la reacción a éste) sino la entera vivencia existencia y su contexto ambiental.
Mujeres de clase burguesa y popular, se han encontrado al interior de la Asociación de mujeres contra la mafia y en general del movimiento antimafia, pero no han faltado los problemas, como el del aislamiento de la familia, de la parentela, del vecindario. Michela Buscemi, Piera Lo Verso, Vita Rugnetta han visto desaparecer los clientes de sus locales comerciales, obligadas a cerrarlos, llegando a una nefasta situación económica. Aunque este tipo de aislamiento podemos decir que estaba previsto, una Palermo que mientras deja vacía la carnicería de Pietra Lo Verso, rehén por haberse acercado a la justicia, ha continuado a usar la carnicería de Domenico Ganci, en pleno centro y a dos pasos de la casa de Giovanni Falcone, aún después de su arresto y de la imputación por la participación en muchos delitos, entre ellos la matanza de Capaci.
Pero si este aislamiento era previsible, aquel que no lo era, era el de gran parte del movimiento antimafia, derivado en primer lugar, del estereotipo según el cual, la mafia es solamente una organización criminal contra la cual luchan los jueces y los hombres de las fuerzas del orden etiquetados como “servidores del Estado”, una guerra entre guardias y ladrones. Estas mujeres en el momento de mayor exposición han sido solamente ayudadas por el Centro Impastato y por la Asociación de mujeres contra la mafia y, en referencia a la segunda, con alguna laceración en su interior. Hemos ayudado a estas mujeres no sólo porque las hemos sentido humanamente cercanas sino también porque tenemos una concepción distinta de la mafia y de la antimafia.

(Eva Virgili)